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Tshegofatso Senne

Imagen tomada del artículo Sistemas de piratería de opresión y protección de nuestras fuerzas vitales: un marco feminista para la defensa personal, ilustración de Anirban Ghosh.

La formación en defensa personal y conciencia del cuerpo son fundamentales para mí. Debido a mis propias experiencias de abuso sexual, me molestaba que la mayoría de las clases de defensa personal en Sudáfrica – en su mayoría, dirigidas a las mujeres – se redujeran a secuencias de técnicas (a veces complicadas) y no se ocuparan de la sicología que incide en cómo reaccionamos en momentos de peligro inminente. Tuve que cambiar la narrativa. 

Christy Alves Nascimento es una brasileña que fue dos veces campeona mundial de jiu-jitsu y cinturón negro Vlademir Alves. Vive en Durban, Sudáfrica, y facilita talleres de defensa personal para mujeres y chicas adolescentes en escuelas y organizaciones de toda Sudáfrica. Dirigió el proyecto sobre “Piratería del cuerpo y defensa personal digital”.  

El objetivo del proyecto era producir y publicar un recurso escrito que articulara exhaustivamente un enfoque feminista de la defensa personal en el Sur global, cerrar las brechas identificadas en la situación actual de la seguridad digital y el entrenamiento físico, e imaginar cómo sería un programa de formación en “piratería del cuerpo y defensa personal digital” que sirviese para desmantelar la dicotomía conceptual y práctica de la violencia de género en línea y fuera de línea que se practica hoy en cualquier tipo de entrenamiento y capacitación. 

Logró terminar el artículo, titulado ‘Hacking systems of oppression and protecting our vital strengths: a feminist framework for self-defence’ (“Sistemas de piratería de opresión y protección de nuestras fuerzas vitales: un marco feminista para la defensa personal”). El artículo se publicó en noviembre, en coordinación con el inicio de los 16 días de activismo 2020. El trabajo, que se basa en marcos de activismo feminista y publicaciones a cargo de feministas del Sur global, articula conceptos sobre defensa personal que son feministas y surgen, especialmente, del continente. El proceso de elaboración incluyó conversaciones con una serie de entrenadoras y practicantes de defensa personal y seguridad digital de Sudáfrica, Líbano, Jordania, Chile, Kiribati, India y Uganda que realizan su trabajo desde una política feminista. 

El trabajo realizado en este proyecto fue profundamente colectivo, enfatizando las voces de Jessica Horn, activista y escritora feminista de África oriental sobre cuidado y trauma, Hope y Rudo Chigudu, expertas en desarrollo organizacional feminista, y la feminista mexicana María Bernal. También fue subrayada la importancia de técnicas como la terapia somática, originalmente concebida por el activista brasileño por la justicia social Roberto Freire como una “terapia anarquista”, y concepciones feministas alternativas de la defensa personal en tecnologías de relación, como la práctica del Lab de Interconectividades y la exploración del “hackfeminismo”.

Al principio, pensamos elaborar un trabajo para desmantelar la dicotomía de la defensa personal física y digital, como punto de partida para el desarrollo de una respuesta más holística en relación a la violencia de género como un contínuo entre los espacios en línea y fuera de línea. Pero durante el proceso de investigación me di cuenta rápidamente de que, en realidad, hay que ir más allá de la reflexión en línea/fuera de línea y ampliar realmente nuestro entendimiento sobre la violencia de género como un contínuo que existe entre los que he llamado territorios en disputa, que incluyen nuestro cuerpo físico, nuestros espacios interpersonales, espacios colectivos, infraestructura, y también el espacio “interior”. La violencia se da en estos espacios contra nuestra capacidad como cuerpos físicos, cuerpos digitales, cuerpos espirituales, cuerpos de “Estado”/miembros de la población, y una infinidad de otras capacidades. Un enfoque feminista de la defensa personal, entonces, debe tratar no sólo de borrar la frontera entre el espacio físico y el digital, sino también eliminar toda forma de dicotomía. 

Christy organizó dos talleres, uno en línea y otro presencial en Durban, Sudáfrica. No estaba muy segura de cómo sería el taller presencial porque implicaba mucho movimiento corporal e interacción con las demás personas en plena pandemia. La idea era que el taller fuera de 4 horas. Pero se dio cuenta de que, si bien casi todas las participantes menos una, se identificaban como feministas, los feminismos que había en la sala eran tan diferentes entre sí que fue necesario hablar sobre lo que significaba “enfoque feminista” de la defensa personal para cada persona. En cuanto al taller en línea, dijo Christy que lo que surgió en la investigación fue que el anonimato y la capacidad para expresar libremente nuestra identidad de manera fluida son fuerzas vitales que nos permiten protegernos de daños. Invitó a todas las personas a unirse a su plataforma de encuentro “Cruising Pavilion” en Big Blue Button utilizando un seudónimo. Lo interesante fue que las personas que lo hicieron no se mostraron en video, ni revelaron su voz, excepto cuatro individuos. La mayoría de las participantes prefirió no hacerlo y mantuvieron el anonimato, aunque participaron en el taller a través del chat y la pizarra blanca. 

El anonimato es realmente un escudo feminista que nos hace sentir seguras y aparecer en espacios en los que de otra forma no participaríamos si supiéramos que teníamos que mostrar nuestro rostro, o hablar en público. 

El trabajo se propuso explícitamente desafiar los marcos normativos de entrenamiento patriarcales y a menudo misóginos de la defensa personal y de la formación en seguridad digital que presentan a las mujeres como víctimas de sus circunstancias y niegan a las mujeres y los individuos no binarios, como si no fueran personas con capacidad para tomar decisiones informadas sobre su vida. Christy sostiene que estas conceptualizaciones normativas de la defensa personal suelen basarse en la suposición de que las mujeres y las personas no binarias son débiles e irracionales, e incluso culpan a las mujeres por la violencia que experimentan. Ella considera que un marco feminista de la defensa personal debe insistir en que tenemos la capacidad y la agencia necesarias como para tomar decisiones informadas en cuanto al establecimiento de nuestros límites y aprovechar los recursos disponibles para limitar la violencia a la que estamos expuestas. También afirma que las mujeres y las personas no binarias tienen que ser quienes tomen las decisiones acerca de su propia vida. 

Un segundo aspecto clave del marco fue la necesidad y la capacidad de establecer límites en relación a cómo involucrarnos con las personas de nuestras comunidades inmediatas (en línea, fuera de línea y en otras dimensioens). El marco presupone no sólo nuestro derecho a estar en espacios públicos y tener acceso a recursos, sino también a adueñarnos de ellos, crearlos y diseñarlos. Al establecer límites, reclamamos los espacios y las dimensiones de nuestro ser que identificamos como propias. 

El proyecto, que a veces daba la sensación de ser pesado, también tuvo muchos momentos de alegría y diversión para quienes participaron en él. Las participantes se sintieron seguras y nutridas, y también sintieron que podían relajarse y abrirse y ser vulnerables en ese espacio. Muchos individuos extrañaban el contacto físico, otros que habían experimentado violencia en línea y violencia física pudieron compartir sus sentimientos, muchos otros simplemente se sintieron contenidos por el hecho de participar en conversaciones acerca de sus experiencias, compartiendo la intimidad, con la necesidad de contar con un espacio suave donde no sólo aprender, sino también desaprender las sensaciones que tenían sobre los temas de discusión. 

Para Christy, este fue un trabajo pionero y sabe que este desarrollo de un marco feminista es excelente para continuar la exploración. A ella le encantaría que el trabajo se ampliara para crear un sitio web, o archivo digital que brinde información y recursos, además de ofrecer la oportunidad de participar a través de diálogos y eventos. Según Christy, este trabajo fue un espacio y un momento de activismo colectivo, y también de sanación y reposición. Además, significó la provisión de una poderosa red y un sistema de apoyo para las capacitadoras/entrenadoras que se sentían aisladas en su trabajo y rechazadas en los principales círculos de expertos/as, y fomentó el deseo de desarrollar el trabajo para convertirlo en algo más tangible.  

El activismo debe ser la sanación que necesitamos, en sí y por sí mismo.